lunes, 31 de diciembre de 2012

El último día del año

31 de diciembre. Acaba 2012. 12 meses, 365 días. 52 semanas. Y 4 estaciones, como cada año en esta parte del mundo. Necesito hacer un repaso de lo que ha ocurrido durante este tiempo. Revisar los acontecimientos, con el único objetivo de ubicarme en el espacio tiempo (más en el tiempo que en el espacio) y darme un abrazo fugaz con el imparable reloj. Algo así como, "hola, qué tal, te acompaño un rato, aunque luego me olvide de que nunca paras de andar, y todos contigo, y de que nos enfrenta a menudo el deseo de frenarte y congelarte, pero no es posible. Pues eso, que te vaya bonito. Hasta pronto".
Así que aquí estoy. Lunes por la mañana, rodeada de niebla, de abuelos, de mi hijo madrugador, de más niebla, y con la perspectiva de un día largo, tan largo que acabará mañana. Intento recordar qué ha pasado este tiempo atrás, cuáles han sido los hitos, los punto de inflexión, los momentos que tienen que quedar por escrito para que el olvido que arrastra el paso del tiempo no se los lleven. Y me cuesta. Tal es la presencia del presente y de lo que está por venir.
Desencuentros y reencuentres amistosos; ascensos y descensos laborales; Mallorca, Córdoba (una de cal y otra de arena); La Pedriza. La jubilación de mi padre y la entrada en el paro de mi madre. Mi hermano en Islandia. Pádel. Agujas de ganchillo y de punto. La peor versión de mi misma + la mejor posible. Frío, calor, frío, calor. Cirujano en Valencia. Perder la brújula de los padres, encontrarla. Burgos. Otra vez Burgos. Riaza, Gredos. Valencia. Aquí no paga nadie. Concierto. Un par de cines. Confort a menudo. Miedo a veces. Seguridad y confianza la mayoría del tiempo. Incomprensión de vez en cuando. Satisfacción y plenitud en el fondo. Deseo de cambio profundo en ocasiones. Tejiendo el cambio casi a diario. Colette, Ian McEwan, Gavalda. Atasco con Virgina, Virgina Woolf. Deseos, ilusiones y proyectos. Plenitud con mis hijos, plenitud con sus grietas naturales. Ganas. Ganas de que vengan más días, de estar estrenando uno. Que aunque sea el último, puede perfectamente ser el primero. Como lo son todos.