miércoles, 2 de marzo de 2011

Instantes de certeza

A veces me encuentro con momentos inesperados, pequeños ascensores que me elevan fuera del tiempo y lejos de donde parece que un segundo antes estuviera. El ascensor me lanza, normalmente de cabeza, a una certeza que golpea mi corazón y mi alma. Me estremezco de alegría abandonándome brevemente hasta que un voz me dice: "es esto, adelante". Y entonces sé que es ese, que ese es el camino. Pero el ascensor baja entonces de golpe y de nuevo me encuentro donde estaba, donde estoy. Ha sido un solo de batería el que me hizo creer que la percusión era mi camino; una invención de Bach, que lo era el piano; una obra de teatro, que debía probar con la interpretación; un concierto, que seguro que sería la canción; una conversación, que por qué no probar con subir montañas. Y un atardecer en París, que de lo que se trataba era de ser artista. Y sí, de eso se trata, de ser artista, aunque sea sin voz. O como decían Kindergarten en una canción de hace ya muchos años, "quiero hacer de mi vida una obra de arte".
No sé si algún día encontraré de verdad esa vocación que durante un tiempo busqué con ahínco. Por el momento disfruto de la intensidad de estas pequeñas revelaciones que me hacen trascender en toda la significación del término y con las que tantas vidas en potencia inicio. Acaba de tratarse, esta vez, de Rythm is it!, maravilloso documental sobre la fuerza del arte para transformar la vida, la de uno y la de muchos. Porque el arte se necesita como el aire, y si no se respira, la vida acaba. Así que me he agarrado a la emoción que este documental me ha producido y me voy a la cama con el regusto del que hubiera estrenado exitosamente su primera coreografía con la orquesta filarmónica de Berlín, y con ello, hecho mejor la vida de tantos. Yo también he estado en ese escenario.