El otro día me fui de compras con mi madre a uno de estos centros comerciales de la periferia. Cuando me subía al coche para escapar de aquel sitio después de una carrera infructuosa por varias tiendas en busca de no sé qué, deseé ser amish. Sí, vivir en uno de estas comunidades de Estados Unidos ancladas en el siglo dieciocho. Deseé no usar botones, construirme con la ayuda de la comunidad mi propia casa amasar el pan y, principalmente, estar al margen de todo aquello que sea consumir.
Pero me subí en mi coche, llegué a mi casa y descargué un montón de bolsas.