viernes, 30 de diciembre de 2022

Balance y tila

 A 24 horas del fin de año no preveo la posibilidad de que se dé un instante de silencio y distancia que me permita contemplar los últimos 12 meses como si de una proyeccion de diapositivas se tratara: pausada, íntima, nítida. Prevalece lo último, lo reciente. Y no me lo quito de encima. 

He revisado mi cuaderno, el de los hitos, en el que dibujo y coloreo los acontecimientos relevantes, aquellos solo míos y aquellos del resto. Y está vacío desde marzo.Y no recuerdo qué pasó. He garabateado lo evidente (el destino de vacaciones, la muerte de mi tío, mi 44 cumpleaños en Greven, Alemania) pero de lo demás, ni rastro. A lo mejor era solo ruido. A lo mejor, no importaba.

Y tengo el estómago revuelto, la respiración entrecortada y una tila doble con manzanilla junto al teclado. Y tengo insomnio. Y pesadez. Y desconcierto. Como una resaca tras una noche que no recuerdo con claridad en la que posiblemente hubo risas, y llantos, en la que se dijo lo que tocaba y lo que no se debía.

Los acontecimientos ocurren en un plano. El alza de los precios de la gasolina. La crisis energética. La invasión rusa de Ucrania. Pongamos que hablo de Madrid en un piano en Alemania. El infinito en un junco. Japonés elemental. Poeta en Nueva York. Louisa-May Alcott. Thoreau. La laguna Walden. El capitalismo salvaje. La ola de calor. 

Y en otro plano ocurren las emociones. Se impriman los recuerdos. Se siente el erizar de la piel . El frescor del agua de la piscina de Laura. La humedad de la niebla. La sangre que fluye. La soledad. La incomprensión. Otra vez la soledad. Otra vez la incomprensión. Y un estadio de rugby que jalea emocionado un ensayo. Y otra vez la soledad. Y el saberse conectada a una red de 5 personas que forman un hexágono y que se abraza, y sintoniza, y habla el mismo idioma, y es universo.

Y fluyen las lágrimas. Y se ansía un beso. Y alguien forma con sus manos un corazón que te lanza y te susurra que eres su prefe. Y te piden un masaje y te dicen "mamá bonita". Y digo "mami bonita". Y abrazo. Y río. Y lloro. Y no sé.

Y es otra vez 31 de diciembre y me siento cansada. Y sueño con el mar del día siguiente y con cogernos de las manos y reirnos. Y ver first dates. Y planear un viaje hexagonal a San Sebastián. Y escuchar dramas. Y acabar de ver The office. Y sentarnos en el sofa a descubrir una nueva serie. Y cocinar crumble de manzana y pera como si de una poción mágica que otorga escucha, paciencia y confianza se tratara. Más crumble, crujiente y templado amor. Ración doble. Y mañana más.