Hoy cumplo 42. Años. Palos. Primaveras. Era viernes. Creo que llovía. Hoy la mañana se promete fresca. Las mañanas frescas y luminosas del mes de junio son embriagadoras. Por mí, podrían durar eternamente. 42 años. Saldré a desayunar con mis padres y los niños. Volveremos a casa a hacer deberes. Asaré alitas de pollo para ellos. Al caer la tarde, iremos a pasear y a cenar con mis padres, mi hermano y mi cuñada. Todos llevaremos mascarillas y no podremos vernos las sonrisas. El calor será amable. La alergia me dejará tranquila. El teléfono, sin embargo, pasará un día agitado.
Hoy ha llegado sin avisar. El estado de excepción de los últimos meses había desactivado todo tipo de festejos. La excepción había anulado también la posibilidad siquiera de mi cumpleaños. Así que de golpe estreno 42. Es un número bonito. Me gustan los pares. 4 es múltiplo de 2. Hoy es 2. Y estamos en dos cero dos cero.
Menudo año el que acaba. En mi vida lo he tenido más agitado. Y ya puedo decir que he pasado unos cuantos. Parece que cierta calma ha regresado. Aunque más que nunca camino por un cable, funambulista, disfrutando de las vistas y asustada por la altura. Qué misterio, este de la vida, que nos mantiene enganchados a pesar. A pesar de las alturas, los vértigos, los abismos. De saber que al otro lado, al final del cable, no hay nada. Pero es que podría volver a ser una mañana fresca y luminosa del mes de junio y con eso basta.