miércoles, 19 de febrero de 2020

Silencio, extrañeza y susurros

La vuelta a la rutina de la biblioteca resulta extrañamente perturbadora. Me he acomodado como si de toda la vida, mira, hubiera estado aquí. Paso las horas sin hablar. Cruzo miradas con los habituales y me tambaleo en el límite entre invitarles a tomar un café, como si fueran compañeros de oficina, o seguir ignorándonos no vaya a ser que perturbar el silencio sea demasiado perturbador.
De repente llega alguien y se me sienta delante. Una persona conocida. Una de esas caras que suenan pero que no ubico. Ya está ubicada, y me lanzo a saludarla como si fuéramos íntimas. Me oigo a mí misma de nuevo extrañada. Segunda vez del día. A fuerza de estar en silencio casi me sorprende mi voz susurrada y la interacción con el otro.
Mañana me sentaré en otro sitio. Y pasaré por el fisio.