De repente llega alguien y se me sienta delante. Una persona conocida. Una de esas caras que suenan pero que no ubico. Ya está ubicada, y me lanzo a saludarla como si fuéramos íntimas. Me oigo a mí misma de nuevo extrañada. Segunda vez del día. A fuerza de estar en silencio casi me sorprende mi voz susurrada y la interacción con el otro.
Mañana me sentaré en otro sitio. Y pasaré por el fisio.