viernes, 30 de agosto de 2019

Un mes en verde

Apenas quedan poco más de 24 horas. Mañana por la noche ya dormiré en Madrid, en mi cama, la de todos los días. Y esto, lo de este instante, será pasado. Se acaba el viaje. El burro se ha comido la zanahoria. El deseo se ha consumado. Así que aquí estoy, en el momento de tránsito previo a la despedida. Y da vértigo. Porque este viaje, aunque sin pretensiones de distancia, ha sido un deseo logrado.
Alcanzar los deseos tiene su cosa. Primero porque toca discernir entre la posibilidad y la imposibilidad, entre los límites reales y los falsos. Y si todo avanza, si se superan los límites, si lo imposible es posible, entonces, lanzarse de lleno. Sin importar el fracaso, o a pesar de que nos importe.
Yo solo tenía un deseo: rodearme de verde. Sentir la brisa fresca previa a la lluvia, el sabor del mar, pescar cangrejos y comer soda bread.
En realidad tenía otro: sentirme en casa. Necesitaba estar en territorio conocido, no tener la obligación de recorrer los 1000 kilómetros del turista. Poder elegir quedarme en casa. Poder elegir volver al mismo sitio todos los días. Y ver qué pasa.
Porque cada año acabo el verano con el mismo propósito, el de vivir una vida menos llena, menos rápida. Y este curso he logrado que las vacaciones, al menos mis cuatro semanas de vacaciones, estén más vacías y corran menos. Ahora sé lo que pasa cuando las cosas son así. Y confirmo, con la misma lucidez de otros años, que lo otro es una locura.
Y he descubierto que no me harto del verde, ni de la lluvia, que me falta el sol cuando no está y que me emociona cuando aparece. Que me gusta estar sola, y el silencio, y pasar desapercibida. Y leer, y estudiar, y jugar al Catán. Balancearme en una boya en tierra firme, mirar al horizonte y ver el mar. Que me sienta bien estar en familia, compartir, reirme y montar en bici.

Así que ya está. Un trozo de casa al otro lado de un mar. Mil cosas descubiertas y el atisbo de otras mil por descubrir. Y a la vuelta de la esquina, otro paisaje, otra temperatura. Otra casa. Y otros deseos por venir.