Me escribe la casera del alojamiento en el que residiré la próxima semana para comunicarme la reparación de una avería en la calle colindante que impedirá que se pueda aparcar durante la jornada laboral del 24 de este mes. Me manda una foto con el aviso del ayuntamiento. En la hoja veo un papel arrugado, el escudo del ayuntamiento del municipio irlandés en el que se encuentra el alojamiento y un mapa. Algo me llama la atención. En la fecha. Leo de nuevo y comprendo: "24th july, 2017". Sí, 2017, aunque estemos en 2018.
Se lo hago ver a la casera quien me confirma que, a pesar de la fecha, acaban de dejarle el aviso en el buzón. "Es mejor asumir que ocurrirá", me explica la mujer con cierta resignación.
Unos días más tarde, ya en Irlanda, acudo a la oficina de turismo del lugar en cuestión para informarme de las actividades que tienen lugar estos días en la ciudad en la que me hallo. El joven, cara redondita, piel blanquísima y rosadas mejillas, empieza a informarnos, a mi amiga y a mí, de eventos aquí y allá. Al mostrarnos un momento la pantalla de su ordenador para compartir con nosotras una de las fotografías del evento en cuestión me doy cuenta de que el joven nos está poniendo al día de todo lo que ocurrirá los próximos días... pero del pasado mes de mayo. Se lo señalo, emite un leve sonido que no logro interpretar sin que sus rosadas mejillas experimenten un cambio de color y procede a imprimirme una página que me entrega amablemente y en la que al salir se sigue leyendo "mayo".
Mi amiga y yo salimos de la oficina de turismo sin entender lo que ha pasado. Quizás en los próximos días tenga lugar un pliegue en el eje espacio temporal que nos permita regresar desde julio de 2018 a mayo del mismo año pasando por el 24 de julio del 2017, cuando se arreglará la avería de nuestra calle. Me preocupa no saber en qué día apareceremos después de todo este trajín.