miércoles, 18 de abril de 2018

El día que outlook borró 10 años de mensajes

Outlook tomó la decisión de borrar los mensajes de los últimos 10 años de muchas de las personas de la empresa en la que trabajo. Unilateralmente y sin avisar. Desconozco el criterio de selección de los afortunados  y desconozco el motivo. Fantaseo con un becario dando a "delete" por error (o no) en algún lugar del mundo. La solución que vino después para resolver semejante desastre fue la de recolocar todos esos mensajes, a cascoporro, en la bandeja de entrada. En mi caso, mensajes de 10 años. DIEZ-A-ÑOS.

El día que lo descubrí casi me da un infarto. Soy una maniática con la bandeja de entrada. Necesito tener todo archivado fuera de ella. Todo lo relevante en su correspondiente carpeta y la bandeja de entrada solo con aquello que está en proceso.
No entendía cómo mis compañeros afectados y yo no estábamos subidos a nuestras mesas tirándonos de los pelos o quemando los ordenadores. No se oían gritos de desesperación. No hubo desmayos, ni gente tirándose por la ventana. Supongo que es indecoroso y muestra muy poco autocontrol. Pero yo he tenido ganas de perder los nervios, de manifestarme por los pasillos con consignas como "¡quiero mis mensajes de vuelta a sus carpetas!", "Outlook, mamón, irás al paredón". La ira y la frustración me nublaron la capacidad para inventar consignas más chisposas.

El caso es que no pasó nada. En silencio aguantamos el tirón. Muchos eliminaron directamente aquellos miles de mensajes que venían del pasado. Yo, incapaz de hacer eso, me dediqué a ir archivando pacientemente todo aquello que a fecha de hoy sigue siendo necesario guardar. A ratos, durante 5 días. Hasta que todo volvió a estar en su sitio. Un viaje por la historia de mis últimos 10 años en la oficina. Mensajes de cuando estaba todavía fulano, de cuando dejó de estar, de cuando esto se hacía así, de cuando todavía no hacíamos esto otro. Mensajes de aquel proyecto, de aquel contacto, de aquella decisión.

No sé si le pasará a más gente pero mi oficina es una cápsula del tiempo. Al entrar se experimenta la ilusión de que nada ha cambiado con respecto al día anterior, de que todo se quedó congelado en el punto en el que se encontraban las cosas al salir por la puerta la última vez que se pasó por allí. He pasado largas temporadas fuera de la oficina, meses, incluso un año, y al regresar, el primer día, he reconocido perfectamente cada baldosa, cada armario, cada sala de reuniones.

De vez en cuando, digamos que una vez al año, hay baile de sillas. Lo llaman "mudanza". Nos hacen empaquetar nuestras pertenencias, colgar un numerito en la pantalla del ordenador y en nuestra silla y cajonera y, al día siguiente, aparecemos transportados a un lugar diferente, dentro de la misma oficina. Nos acostumbramos enseguida a ese nuevo paisaje. De repente es como si hubiéramos estado allí toda la vida. Nuestro sitio anterior es cosa del pasado. Olvidamos incluso cuándo fue la última mudanza. Nuevos compañeros de mesa, nuevas rutinas de subir y bajar persianas que en menos de 24 horas una incorpora como gestos de toda la vida.

Revisar los correos de 10 años me hicieron ver la de cosas que se mueven tras esa ilusión de inmanencia. Siendo lo mismo, es todo diferente. Estando todo como siempre, nada está igual. Supongo que haber perdido los papeles y haber llorado delante de todo el mundo arrodillada en el suelo al tiempo que emitía gritos incomprensibles y me agarraba de los pelos hubiera supuesto una ruptura de las reglas de inmovilidad de esta cápsula del tiempo en la que trabajo. Hubiera supuesto un antes y un después. Se hubiera roto la ilusión de continuum de la línea temporal. El día que outlook eliminó 10 años de mensajes. Seguramente después nada hubiera sido igual.