Primeras horas del año. Oigo el ruido de las gaviotas. Todos duermen. Silencio. Cielo nublado. El agua de la marina vibra con el aire. El amanecer ha borrado los colores de los fuegos de artificio de la noche.
El día de año nuevo tiene la intensidad de 364 amaneceres juntos. La energía que se despereza despues de una noche de sueño reparador. Un despertar liberado de cargas y pesares. Encendido con la alegria del que se sabe poderoso y está colmado de esperanza. La ilusion de estrenar de quien cree en el cambio.
El amanecer difícil será el de mañana cuando, sin darnos cuenta, el entusiasmo que nos insufló la pólvora colectiva de la noche anterior se consuma y nos veamos de nuevo en lo que era todo hace 48 horas.
Pero no importa. La magia dura poco. Desaparece antes de volver a aparecer. Así que desempaqueto mi nuevo año saboreando estos primeros minutos en soledad y deseando que este instante dure lo suficiente como para querer pasar al siguiente.
Año nuevo. Vida nueva. No sé en qué estaríamos pensando. Año nuevo. Vida. Así sí.