Cuando era pequeña y mis abuelas me contaban historias de
sus infancias me dejaba boquiabierta que no supieran con claridad si aquello
les había pasado con 6, 7 u 8 años. “¡Y yo qué sé, hija! Pues tendría 7, 8 años”.
Con lo clarísimos que para mí estaban mis recuerdos. No podía concebir que se
mezclaran, que se olvidaran, que se difuminaran en algún momento de la vida. A
mí, por supuesto, no me pasaría. Yo siempre recordaría qué me había pasado con
7 años. Qué me había pasado con 8.
Pues bien, treinta y tantos años después identifico
perfectamente la bruma que borra los contornos de los años y que convierte los
recuerdos en archipiélagos aislados. Y en estas fechas, en los días que rondan
el 31 de diciembre, me nace una necesidad extraña, la de marcar hitos contra el olvido de lo que
ha sido este año. Porque es un año más, plagado de acontecimientos
únicos y de recuerdos perecederos. Un año menos.
De la misma forma que las hemerotecas, los archivos o google
nos ayudan a localizar datos en el tiempo yo hoy necesito, no sé por qué
motivo, crear un mapa de referencias para mí misma, una especie de atlas de los
recuerdos en los que pueda anclar los que no quiero olvidar pero donde también
se queden amarradas aquellas imágenes que lo deseen.
Algo tan aleatorio como 365 días agrupados bajo el numeral
2015 me produce escozor al pensar que se va, que se acaba, que ya no será más.
Me pregunto cómo sería la vida en un mundo ficción sin años, donde todo fuera
sucederse una estación tras otra y envejecer a su ritmo. Pero en este mundo mío
existe, todavía por unas horas más, 2015, el que siguió a 2014 y el que precederá
a 2016. Cuatro estaciones seguidas que cierran un círculo con aspiraciones a
infinito si el cambio climático lo permite.
2015 será el año de una helada en Olmedo, una fascitis en
París, B. dormido frente a un inmenso plato de espaguetis y unos pies empapados
en Gellywen. El año de las tormentas en Sant Climent, del río seco de Cedena, del
otoño en el Duratón, de las ruinas de Molina.
Cuando bajamos del cielo del 8º al suelo del 1º, de la
primera cosecha de tomates, de la floración de la orquídea silenciosa y de la
violeta africana dormida. Cuando cambiamos un coche pequeño por uno grande.
El año de Borgen, True Detective, The Wire y Mozart in the
jungle. Fun easy learn Dansk. Edición independiente. Siri Hustvedt. Instagram.
Miriam Reyes.
El año de Lucía y del encargo de Elliot. De una boda que no
fue la mía. De un psicólogo, una psicoterapeuta, una fisio y un osteópata. De
un susto. De dos. De un hasta luego que viaja a Austria.
De varias puertas que se abrieron y se cerraron. De un corazón cada vez más pequeño.
De varias puertas que se abrieron y se cerraron. De un corazón cada vez más pequeño.
Un año de abrazos y sin ellos. De cervezas, de llantos, de compañía
y de soledad. Un año de familia. Un año en el que me he hecho un poco más mayor,
en el que he vuelto a dar otra vuelta para ver las mismas cosas desde otro ángulo. El
año de pasar de 5 a 6 y de 7 a 8. De un corazón cada vez más grande.
Ya está dicho. Ya está hecho. Ya te puedes ir en paz, 2015.