sábado, 23 de agosto de 2014

Ahora llueve. Ahora no.

Como caracoles. Brilla el sol y exponemos nuestras humildes almas al aire, luminoso, cálido, casi milagroso. Al mismo tiempo, un nubarrón gris gato se acerca por el este, arrastrado por el viento que aquí no se siente pero en lo alto es eficaz. Caen gotas, a pesar del sol, frescas y gordas que lo emborronan todo. Así que nuestras almas se protegen en casa. 
Un minuto después, el sol sigue brillando, ya no llueve y corremos de nuevo al jardín. La madera ha absorbido el agua y podemos sentarnos sobre la terraza asoleada. El nubarrón sigue en lo alto, avanzando constantemente. Ahora cubre el sol. Ahora no. Y aunque suelta agua parece eterno. En menos de lo que canta un gallo, replegamos de nuevo las antenas y corremos a protegernos de los goterones.
Es una danza incansable, rítmica. Dentro y fuera. Sol y lluvia. Mojado y seco. Dentro y fuera. Dentro y fuera. Como caracoles.