domingo, 20 de octubre de 2013

Lirios

La semana pasada me regalaron un ramo de lirios. Una docena de perfectos capullos y un lirio ya florecido, que en nada anunciaba el espectáculo que resultaría de ver 13 lirios abiertos. Durante la semana, día tas día, hemos asistido a la transformación de ver abrirse, de la noche a la mañana, uno a uno, dos de golpe, tres... Hasta que por fin no ha quedado más que uno sin abrir.
Y desde hace una semana, la casa desprende un olor dulce y embriagador que no pasa desapercibido. Es intenso, oscuro y algo húmedo. Por las mañanas,  más de un día he tenido que abrir las ventanas para provocar que la intensidad del olor acumulado durante la noche se amortiguara con el aire fresco de la calle. Sin embargo, gracias a su olor no olvidas que asomándote por la cocina, sobre la mesa, tienes un espectáculo de vida, efímero, que cada día cambia. Y me acuerdo de la señora Dalloway yendo a comprar flores una soleada mañana de primavera.
Queremos que hermosas flores nos recuerden lo efímero de la vida, el cambio a que está sujeta, y lo hermosa que es.