domingo, 9 de septiembre de 2012

Cajón de especias

Algo evidente: el armario en el que guardaba las especias era incómodo. No me permitía ver más allá de la 2º fila y buscar cualquier tarro era un rompecabezas a lo "Rush hour". Por eso hoy cuando se me ha ocurrido meterlas todas en un cajón me ha parecido que era una gran idea. Ahora las veo todas de un vistazo y no me arriesgo a que se me caiga un bote intentando coger otro del fondo.
Este pequeño gran hallazgo me ha hecho reflexionar sobre cómo nos adaptamos a la incomodidad y la precariedad. Llevo años rebuscando el bote adecuado en un espacio en el que, para alcanzar mi objetivo, tengo que ponerme de puntillas, sacar ocho tarros y seguir buscando, si no lo encuentro, en la balda superior. Más de una vez se me ha caído y desparramado alguno. Más de una vez he comprado por duplicado porque no sabía que al fondo ya tenía de eso... Pero estaba bien, es decir, estaba correcto. Así estaban las cosas y no se me pasaba por la cabeza que de otra forma pudieran estar mejor.  Hasta que un día ves que puede ser de otro modo, más fácil, mejor.
Frivolidades aparte, porque no es determinante en la vida de nadie dónde guarde las especias y cómo de cómodo sea el acceso a ellas, creo que esta capacidad de adaptación de la que hacemos uso todos los humanos de forma bastante generalizada es extrapolable a otras muchas cosas. Aceptamos, nos adaptamos y no nos da por pensar que las cosas podrían ser de otra forma y que esta forma podría ser mucho mejor. Ahí lo dejo.