Estoy enganchada. Lo confieso, lo reconozco. Sin tapujos. Necesito, en cuanto tengo un rato libre, acceder a Kiree y ver los dos o tres posts de media que suele colgar Cris. Y me encantan los domingos, cuando por lo general el único post contiene imágenes de interiores, porque me voy directa a los blogs de origen y me pierdo el rato que puedo navegando de acá para allá.
Estos últimos días, cuando me despierto en mitad de la noche y no puedo coger el sueño (supongo que será por la vuelta al cole, porque mi naturaleza juraría que es la de una marmotilla), me ha dado por ponerme a pensar en este enganche, en por qué necesito mentalmente acceder casi a diario a lo que Kireei ofrece... No he obtenido demasiadas respuestas. Quizás porque cuando más pienso en ello estoy todavía demasiado dormida. Pero tengo alguna intuición. Creo que me gusta tanto por diversos factores. El primero de ellos es porque estéticamente las propuestas suelen ser hermosas, sin más, en el sentido más clásico del término: cosas bellas. Y contemplar estas imágenes bellas me transmite serenidad, buen rollo y paz.
Otro motivo fundamental es que a través de Kireei descubro gente que hace cosas con sus manos, que tiene ideas y las lleva a la práctica. Personas que ven el mundo físico que nos rodea y los objetos que lo componen y son capaces de romper las casillas que cada uno de estos objetos ocupa y darle usos nuevos a objetos inútiles, romper barreras, crear con algo estéril todo un vergel. Y cómo admiro, hasta el infinito y más allá, la capacidad creativa de tantos, ese ver más allá, donde los demás no vemos nada, y darle la vuelta.
Por todo esto también estoy enganchada. Y estos dos factores de novedad lo que me aportan es inspiración en mi día a día... Me acabo de sumergir en la frivolidad más profunda diciendo esto, pero no tengo complejos. Sí, insisto. Todo esto resulta frívolo, es verdad, porque estamos hablando de lo más externo a nosotros, de lo más estético. Obtengo inspiración para mi vida externa y estética. Pero todos nos configura. Al encender el ordenador abro primero, siempre, el periódico. Mi reacción es de enfado, de cabreo profundo con el mundo y con el tiempo que vivimos. Me siento impotente, estafada, tomada presa, con poca escapatoria, la verdad. Y entonces abro Kireei, y se me llenan los ojos de colores, de luz, de paraísos artificiales, de ideas inspiradoras. El periódico me da ganas de meterme en un agujero o de encerrarme en un armario. Kireei me da ganas de salir a la calle, de coger mi cámara de fotos y disparar, de hacer cosas por mí misma, de crear, de resolver la contingencia de mi día a día, disfrutándolo y entregándome en ello.
En noviembre hará 3 años que nació mi segundo hijo. Me cogí unos meses de excedencia porque con su nacimiento nació en mí también el deseo de estar en casa con él y con su hermano, de no trabajar fuera, de alejarme de la prisa y del modelo "mamá pulpo" que intenta llegar a todas partes ( y llega pese a todo). Esa bajada del ritmo me permitió descubrir en mí una gran necesidad creadora. O fue el deseo creador que latía en mí enterrado el que se liberó con la llegada de mi hijo. Sea como sea, desde ese momento (creo que fue en ese periodo cuando descubrí Kireei) voy adquiriendo certezas, poco a poco, ganando confianza en esta pulsión creativa, escuchándola y atendiéndola. Y me siento mejor, con más poder y más libertad. Y sigo leyendo el periódico y sintiéndome impotente, pero ahora estoy aprendiendo a canalizar esa impotencia y convertirlo en algo útil y constructivo. Cada vez una cosa. Una solución a un problema logístico, un cuadro, una bolsa, un álbum. Porque hoy no puedo hacer nada contra la política fiscal de mierda y la ruina que están creando nuestros políticos. Desde aquí, hoy, en mis 15 minutos de soledad. Nada. Pero otras cosas, sí. Seguiremos yendo al desastre, pero al menos habré aprendido a hacer un sinfín de cosas cuando lleguemos.