Agosto, vacaciones en la playa, frivolidad al máximo... Después de unos días de desconexión completa (ni teléfono, ni internet ni periódico) he iniciado la reconexión leyendo la prensa local primero y la nacional después. Hoy, sin embargo, ante la perspectiva del silencio que el partido de ida de la supercopa (el primer Madrid-Barça de la temoporada) impondría, he decidido sucumbir ante el kiosko. He salido de la tienda con la Marie-Claire de agosto bajo el brazo, la opción que menos golpea los débiles cimientos de mis principios.
¿Y por qué tantos miramientos? Siempre he creído, antes incluso de leer en profundidad ningún ejemplar de este género periodístio, que estas revitas enmascaraban simplemente 300 páginas de anuncios publicitarios que tenían como único objetivo insistirnos en que la mujer de verdad es aquella que sabe de moda, que cuida su cuerpo hasta la anorexia, que está a la última en lo último y que su máxima preocupación es qué se pondrá a la mañana siguiente. Por supuesto se trata de una mujer de alto poder adquisitivo que parece que no trabaja y que necesita ir de compras compulsivamente. Esa mujer "ideal" (en el sentido platónico del tema, he ahí el punto jodido) se nos mete hasta el tuétano. El paso siguiente es que la mujer real que somos entra en conflicto con esa idea y la frustración asoma, o inunda, nuestras vidas.
Y esta idea tenía yo. Eso pensaba y eso opinaba. Hasta que hace poco, un impulso de frivolidad, junto con la curiosidad que me despertó un artículo en la portada de esa misma revista sobre el consumo de carne y el vegetarianismo, me llevó a comprar un ejemplar. Gran fue mi sorpresa al ver que, más allá de las fotografías, su simbolismo y mensaje y de toda la publicidad explícita e implícitga, la lectura de sus páginas, que la había, estimulaba cierta parte de mi cerebro. Y no soy ninguna intelectual, pero agradezco que me cuenten cosas más allá de ponerme imágenes de esbeltas mujeres con trajes y preocupaciones que no entiendo.
Desde ese día he comprado un par de veces más la revista. El editorial suele tener su jugo, escribe Elvira Lindo en un registro distinto al que estoy acostumbrada y siempre suele haber algún repotaje ligeramente interesante. Así que entre los goles de Villa, Messi y no sé quién más, acabo de devorar el número de agosto, en menos de una hora. Y me he quedado algo "chof"... Sí, porque a pesar de los puntos positivos que he enumerado y que me han llevado a reconocer cierta calidad y utilidad a esta prensa, estos puntos interesantes no dejan de ser anecdóticos... Es como si su presencia pretendieran dar una pátina de seriedad a lo que no es más que un catálogo de lujos y pseudolujos para cuidar la imagen. No me siento la "lectora ideal" (esa de la que habla Umberto Eco) de este tipo de prensa. En el otro extremo, tampoco me identifico con la mujer a la que se dirije Virginie Despentes en su Teoría King Kong, pero quizás sí que resulte estar más cerca de ese modelo de mujer que en poco o en nada se parece a la mujer tal y como nos dicen que tiene que ser desde los altavoces de la publicidad, los medios y el subcobsciuebte colectivo.
En esto tiempos en los que todas las posibilidades existen, a todo se le pone un nombre y todos pertenecemos a una cuota de mercado u otra, como mujer no encuentro un único model, clubo etiqueta. Supongo que no es ni bueno ni malo, es simplemtne la confirmación de la dicitomía clásica del individuo: necesitamos sentirnos parte de un grupo y al mismo tiempo individuos diferenciados. Pues ahí está, sobre mi mesilla de noche, la Marie-Claire de agosto junto al ensayo ya mencionado de Virginie Despentes. Espero conciliar el sueño.