Cuando Leo ya está acostado y en el proceso de dormirse, me gusta entrar en su habitación, sentarme en el borde de su minúscula camita y preguntarle qué tal está. Nos ponemos a hablar, me hace preguntas absurdas a las que intento responder con la mayor coherencia, o no. Y siempre me interroga: "¿Quieres dormir contigo?" a lo que yo siempre le respondo: "Pero solo un poquito". Me acurruco a su lado y nos acechamos a ver quién cierra antes los ojos. El otro día, después del ritual habitual, Leo insistía en que volviera a dormir un ratito más. Y me decía: "Mamá, mamá, otra dormida más". Quien puede resistirse a prolongar el mejor momento del día otro ratito.