jueves, 19 de agosto de 2010

Vacaciones


Ya hemos regresado de las vacaciones de verano. Y las cosas siguen exactamente en el mismo sitio en el que estaban antes de irnos. He estado de acá para allá: Colmenarejo, Valencia, Francia... Me he leído tres libros, he tenido cientos de conversaciones con un montón de gentes distintas y miles de pensamientos han pasado por mi cabeza. Y sin embargo, desde hace dos días, estoy de nuevo en casa, y las cosas siguen exactamente en el mismo sitio en el que estaban hace dos meses. Los libros continúan amontonados en el aparador. La cuna sigue esperando en nuestro dormitorio. Las lamas de la persiana han dejado de estar en el despacho para estar en la cocina. La lámpara del recibidor sigue sin funcionar. Y por dentro, las cosas no han cambiado demasiado. Las mismas incertidumbres, las mismas tristezas, las mismas perezas alrededor con las que tropezarse.
Y una tiene la sensación de que durante las vacaciones se ha desprendido de esos ropajes gastados. Pero con el regreso, a pesar de las nuevas energías que encontramos y que deseamos nos transformen en lo que deseamos, nos reencontramos con los fardos de siempre, porque no se fueron nunca, porque solo nos han dado vacaciones. Y al abrir la puerta de casa están esperándonos como siempre, deseosos de echarse en nuestro brazos. Y al hacerlo, se escapan volando las energías que nos harían libres. Estas son las vacaciones, ficciones sin continuidad.