viernes, 29 de mayo de 2009

Sobre padres, hijos y caminos

Anoche estuve en un concierto. En la fila de delante estaba la madre del director de la orquesta. Esta mujer rellenita, de brazos gruesos y pelo corto, tenía el cuerpo curtido por años de trabajo, me la imaginaba yo, amasando pan en el negocio familiar (quizá el pan ya no se amase...). Aplaudía con orgullo a su hijo, subiendo los brazos por encima de la cabeza como si estos, por ser demasiado cortos y los pechos abundantes no la dejaran aplaudir por delante.
Allí estaba, sintíendose orgullosa de su hijo. Y pensé que no hacía falta ser una madre excepcional para tener un hijo o hija que lo fuera. Porque los hijos nos sorprenden así, salen de una, comen lo que comemos los demás y, sin embargo, son otro distinto.
Y justo detrás de ella, estaba yo, aplaudiendo también por encima de la cabeza (aunque mi pecho es mucho menos abundante) y sintiendo igualmente orgullo por ver a alguien querido sobre el escenario. Pero en mi caso no era mi hijo, como ella, sino mi padre.
Me resultó curioso sentir cómo la esperanza que depositamos en nuestros hijos para que vivan los sueños que nosotros no nos atrevemos a vivir puede tener el camino inverso, y que sean nuestros padres los que nos ilustren sobre cómo recorrer el camino hacia los sueños.
Me hubiera gustado estar yo en lo alto del escenario y emocionar a mis padres mostrándoles cómo, de alguna forma, mi vida era también la suya. Y sin embargo, estaba viendo a mi padre dando una lección de vida, con sus hijos aplaudiendo en el palco.
Todos somos hijos y, algunos, también padres. Y todos tenemos que luchar por encontrar y andar el camino de nuestros deseos. Lección de padre. Lección de hijo.