
Arlington Park es el título de una novela de Rachel Cusk y el pueblo residencial en algún lugar de Inglaterra donde la autora sitúa los retratos de las mujeres protagonistas de su novela a lo largo de un viernes lluvioso. Todas son madres, todas rondan los 40 y todas son infelices. Unas culpan a los hombres de su frustración y amargura ("todos los hombres son unos asesinos de mujeres"), otras a los hijos.
La autora ha querido reflexionar sobre cómo la maternidad anega la individualidad y cómo de ahí, muchas mujeres se abandonan y vacían. Y cómo ese vaciamiento y anulación de la individualidad las lleva a huir de los cambios que serían salvadores.
Sin embargo, me parece que no se trata solo de eso. Las protagonsitas de Arlington Park son mujeres ahogadas por el lado oscuro de la maternidad porque están solas ante ella: sus parejas, los hombres, no asumen ninguna responsabilidad en el hogar ni en el cuidado de sus hijos y, lo que me resulta más sorprendente para la Inglaterra retratada de hoy en día, es que etas mujeres ni siquiera se cuestionan la lucha por la igualdad en el seno de la familia. Algunas simplemente se conformarían con que sus maridos les echaran una mano, pero a excepción de Juliet ninguna ve que ellas solas están asumoiendo una responsabilidad que tiene que ser comaprtida en igualdad.
Por otro lado, todas ellas han perdido la capacidad de sentir amor. No aman a sus hijos, ni a sus parejas, ni sus vidas, ni sus trabajos, ni sus casas... Cuando alguna de ellas, más permeable a este sentimiento, percibe el soplo de la libertad, es cuando vuelve a unirse a la vida, a encontrar la fuente de energía que le permita disfrutar de aquello que ha construido aparentemente si querer. No se trata de ternerlo todo, como alguna de ellas reflexiona, sino de sentir lo que tienes, de abrir los poros, de no cerrarse a lo que la vida nos hace sentir.
Es complejo construir una relación de pareja sólida y amable, construir una familia y no hundirse en ella. Es tan complejo como vivir entregados a la vida y no olvidarlo ni un minuto. Y creo que ahí está la clave: las mujeres de Arlington Park han perdido las ganas de vivir, no les interesa, están perdidas en un pozo de indiferencia hacia ellas mismas y no saben cómo salir de ahí y ni siquera se lo plantean. Solo pueden hacerlo recuperándose a ellas mismas, queriéndose de nuevo y proporcionándose experiencias liberadoras que tienen que buscar.
Arlington Park es una novela que desidealiza, sobre todo, la maternidad, y que te pone delante de los peores fantasmas para cualquier madre futurible o para cualquiera que crea que ya se ha encontrado a sí misma/o. Porque eso no ocurre nunca. Siempre tenemos que estar buscándonos, queriéndonos y cuídandonos, porque si no nunca seremos y nos convertiremos en fantasmas, en personajes que interpretan un papel pero que no viven una vida.