sábado, 30 de diciembre de 2023

Había descartado pasar por aquí y sin embargo

Había descartado pasar por aquí. Al menos por esta vez. Sin embargo aquí estoy. Una fuerza poderosa me ha invadido a pesar del deseo de meterme en la cama a seguir leyendo los dos libros que tengo a medias (Fortuna, de Hernán Díaz, y #SeAcabó, de mi admirada prima). Una fuerza que me ha poseído como una autómata y me ha hecho abrir mi cuaderno de hitos del año, leerlos, mirar las escasas fotos publicadas en Instagram en los últimos 12 meses y escribir "blogspot" en la barra de búsqueda.

Releo en mi IG un cita de Gómez de la Serna que acompaña unas jaras en flor que publiqué allá por mayo. "Siempre es hoy, nunca es mañana". Y sin embargo sabemos que hubo ayer y que hay olvido. Creo que es en estas palabras en las que reside la fuerza que me posee cada año alrededor del 31 de diciembre y me obliga a poner palabras con las que marcar, como en un plano, un lugar visitado, descubierto, conocido. Marcar 365 días.

Y es que el presente me inunda, su intensidad me ciega. Pero está incompleto. Lo veo claro ahora. No es nada sin el pasado que nos trae aquí ni sin el deseo del después. Así que se acaba este año, en el que me casé, me fui a Japón, aprendí hiragana y katakana, me lancé a la piscina de ser adjunta de Jefatura de estudios, escribí un artículo para la newsletter de Nouvelle Madrigalia, algunos post para Paisajes de Ventanilla, ninguno para este blog; el año en el que no colgué por pudor ninguna foto de mis viajes, en el que fui a San Sebastián con mis amigas, a Cudillero y Lanzarote con mi familia, a visitar a mi abuela y pasear por Madrid Río; el año en que leí Passion simple a orillas de una piscina en Burdeos, descendí a toda mecha la duna de Pilat, me despedí del verano con el último atardecer de mis vacaciones en una playa en las Landas. El año de Barbie, y las discusiones que generó con mis hijos, el año del beso no consentido de Rubiales a Jenni Hermoso, el año del 8M improvisado con Sonia y su amiga María. El año en el que en la peluquería me secaron el pelo con difusor y resultó que tenía una ligera onda que me hace sentir otra, salvaje y despeinada. El año en que cambiamos de banco. Porque resulta que se les puede traicionar y marcharse con otro. El año en que mis amigas construyen casas, estudian oposiciones con ahínco, sacan plazas, son felices. Superan dolor y pérdidas, enfrentan malas noticias sin derrumbarse y sosteniendo a sus seres queridos.

Este ha sido el año en el que Israel destruye Gaza. Y en noviembre me siento así. Me cae una bomba encima. Sacude el tablero de ajedrez y las fichas se mueven. No recuedo dónde iba cada una y la partida ya no tiene sentido. Pero los días siguen llegando ajenos al sentir de los mortales, marcando 24 horas. La rutina, la cotidianidad, lo conocido balizan el camino más allá de la niebla.

2024 llega y me lo imagino como lo ha dibujado Flavita Banana, con un 4 en forma de silla en el que poder sentarse a descansar. Más que nunca el próximo año está sembrado de incertidumbre. No me preocupa no saber ni dónde trabajaré, ni dónde iré de vacaciones, ni con quién. Espero que estas incertidumbres, llevaderas, convivan con las certezas que se disipen al levantar la niebla. Y que estas certezas, igual que la fuerza que me ha puesto a teclear, traigan consigo el impulso necesario para ir construyendo cada día con conciencia y con amor.