sábado, 24 de noviembre de 2012

Jacinto

He entrado en casa cuando la tarde ya había caído. Todo estaba a oscuras, y nada más abrir la puerta me ha invadido un intenso olor dulce y pesado que no he sabido reconocer. Todavía en la penumbra me he puesto a olisquear en busca de ese olor embriagador que lo inundaba todo. En una equina de la estantería estaba la fuente de ese particular perfume: el jacinto había florecido. ¡Qué hermosas flores tersas y carnosas! Y qué sorpresa. No llevaba con nosotros ni tres días, y solo era un bulbo prometedor cuando lo coloqué junto a la ventana. Y ahora está así, esplendoroso, exuberante y pleno, recordándonos su presencia a través de la vista y del olfato.