martes, 5 de abril de 2011

De nuevo una lección de confianza


Hace unas noches, cuando me diponía a ponerle el pañal para dormir a mi hijo mayor, este me dijo: "Mamá, ya no quiero dormir con pañal." La verdad es que, aunque estábamos esperando que llegara el buen tiempo para quitarle el pañal nocturno, esta idea ya nos rondaba por la cabeza. Le dije que si no se lo ponía ya no volvería a tener pañal. Me dijo que de acuerdo, que no quería pañal y que no se iba a hacer pis. Y así es como desde hace más de una semana mi hijo ya no lleva pañal por la noche. Solo se ha hecho pis en dos ocasiones y ha aguantado como un campeón la mayoría de las noches. Un ejemplo más de cómo los niños saben muchas veces cuándo es el momento de iniciar los cambios, cuándo están preparados.

Está claro que es difícil saber en qué punto del proceso están, si es necesario que intervengamos o no y cómo hacerlo. Creo que me equivoco algo al pensar que venimos a este mundo cargados de una inmensa sabiduría, la de estar en contacto con nuestras auténticas necesidades. Sinceramente lo creo, pero también me voy dando cuenta en este proceso que es hacerse madre de que muchas otras cosas no las sabemos, no las hemos aprendido o descubierto todavía. Y me cuesta ver con evidencia y facilidad en qué momento tiene que intervenir el adulto y cómo.

Hoy su profe me decía que tenemos que marcarle más los límites, que va mucho a su aire. Y me debato entre darle la razón u oponerme frontalmente. Es verdad que va bastante a su aire, al menos en lo que a juegos se refiere, y sobre todo a movimiento. Le gusta correr, trepar, moverse. No es un niño que vaya contigo de la mano todo el rato ni obedezca a la primera. Yo lo achaco a que está concentrado en su mundo. Hace poco todavía nos dio un susto al salir corriendo calle abajo y no parar cuando se lo dijimos. Así que le daría la razón por completo a su profe. Sin embargo, pasan cosas como la del pañal. O que su padre y yo vemos lo mucho que ha aprendido en los últimos meses, lo "mayor" que se ha hecho, cómo ya puedes ir con él andando por la calle sin que te esté pidiendo todo el rato brazos. Y que ya sabe que tiene que pararse antes de cruzar, y que tiene que preguntarnos si puede ir a otro sitio fuera del parque en lugar de desparecer sin decir nada. No sé muy bien hacia qué lado se inclina la balanza. Creía que le marcábamos los límites al tiempo que le dábamos espacio porque respetamos su ritmo. Pero tampoco estoy segura de que sea así. Seguiremos observando, algo más de cerca.