Depués de unas cuatro noches muy muy malas, ayer empecé el día con una sesión de spa en compañía de mis amigas, seguido de una siesta de casi dos horas. A las 9.45 estaba en la cama y no me he levantado (no cuento las escasas -hoy- incursiones en la habitación de Leo porque el pobre tenía mocos) a las 7.40. Y hacía sol y el día me sonreía. ¡Qué maravilloso es estar descansada!