sábado, 27 de diciembre de 2008

Regreso donde me quedé

Los meses se me siguen escurriendo entre los dedos.
Cada mañana me despierto con el entusiasmo del que estrena un día ansiado; cada noche me acuesto con la frustración (en ligeras dosis, no dramaticemos) de haber transitado por un día más. Más, ni más ni menos. Es una sensación conocida, redundante. Todo va cambiando alrededor. Hoy nada tiene que ver con este día de hace un año y, sin emabrgo, siento que sí, que cada día es casi igual al anterior. Y al siguiente.

Hace unas semanas estuve en Fuertenvetura (magnífico viento y extraodrinarias dunas). Después de unas semanas en las que toda mi capacidad mental y energía habían estado volcadas en el trabajo, sentí un inmenso vacío al llegar a la orilla de la playa y no tener en que pensar... Da miedo. Me asusta solo poner palabras a esto.

Creo que por eso decidí dejarlo todo y dedicarme a moldear esculturas de arena, como las que otros, que seguramente habían pasado por el mismo estado que yo, habían realizado por allí. Luego pensé que sería mejor volar cometas o, quien sabe, hacerme profesional de kitesurf.
La estancia acabó justo cuando empezaba a acostumbrarme a lidiar con la desocupación de mi mente y cuando esos proyectos de nuevas vidas se me hacían cuesta arriba. De nuevo, los 20.000 retos imposibles de cada lunes.

Y ahí estamos. Fin de año a la vista. Los propósitos de siempre merodeantes, y un cansancio significativo de que sean los mismos. Saber que las cosas cambian si queremos, pero que al mismo tiempo, pocas cosas cambian.