martes, 14 de febrero de 2012

Se desmorona

Han plantado bien los cartuchos de dinamita y están empezando a hacer saltar todo por los aires. El viernes se aprobó la reforma laboral y hoy martes, salpicados a lo largo de todo el día, me he enterado de 3 despidos en mi entorno. Hasta ahora me sentía tranquila porque "la crisis" no había tocado directamente mi círculo más inmediato. Todos seguíamos más o menos igual, cobrando nuestras nóminas sin retraso y sin incertidumbre, con proyectos en el horizonte, con el ritmo ralentizado pero incesante. Hoy es la fecha en la que la mampara de cristal de mi realidad se ha resquebrajado. Un despido en mi trabajo que debido a la falta de información a la que nos tienen (des)acostumbrados se ha convertido en la mayor de las amenazas; un contrato que finaliza y no se renueva, el de mi madre, que con 58 años asume que no volverán a contratarla; otro más en el trabajo de mi pareja. Y el temor que mantiene a toda la sociedad española acongojada y con el corazón en un puño, el de no tener trabajo pero no tener tampoco el apoyo del estado, se ha colado por las ranuras de mi realidad.
Hasta hace poco pensaba que había que actuar desde dentro, luchar por la conservación y mejora del estado imperfecto que tenemos y de sus instituciones. Ahora no lo siento así, ni siquiera lo veo. No encuentro ningún sentido en conservar y mantener un sistema que ningunea y desprecia a los ciudadanos. No se dan cuenta de que están creando un escenario similar al que ha precedido a todas las grandes revoluciones europeas: desconfianza en las instituciones, injusticia social, falta de horizontes, desesperación. No creo en la violencia como medio de obtención de nada, pero sí en su poder catalizador. No quiero poner las víctimas, pero si esto sigue así estoy segura de que las habrá.
Y no creo que este sistema pueda salvarse. Mejor dicho: tiene pinta de que él se salvará pero nosotros nos hundiremos. Por eso no podemos esperar más, tenemos que alzarnos, levantar nuestras voces y adoquines, romper los cimientos de esta estructura extorsionadora y recuperar el buen hacer honesto y solidario de los que realmente deseamos construir una sociedad en beneficio de todos, no solo de unos pocos.
Somos la gente la que construimos las sociedades. En estos momentos estamos gobernados en su mayoría por gente sin escrúpulos que solo piensa en su beneficio propio, en salvar el culo, en conseguir más. Pero sinceramente, quizás con candidez, no lo niego, creo que somos muchas las gentes honradas que creemos que otra forma de hacer las cosas es posible. Otra forma mejor, en la que las desigualdades disminuyan en lugar de aumentar, en la que nos cuidemos y nos respetemos, en la que la injusticia sea el enemigo y la justicia sea realmente igual para todos.
Hoy me siento más que nunca en lucha, cansada de ser espectadora y deseosa de levantarme para intentar cambiar las cosas. Porque no hay otra.