
Un despiste provocó que iniciara mis vacaciones navideñas sin la lectura prevista. Buscando en la librería del hogar donde me encontraba, encontré y elegí Orgullo y prejuicio como lectura de sustitución. Nunca había leído a Jane Austin y tenía curiosidad por ver de dónde había salido la saga Orgullo y prejuicio que tanto se ha prodigado cinematográficamente (estoy pensando en la versión de 2005 con Keira Knightley, o la versión Bollywood de Gurinder Chadha, pero también está la miniserie de la BBC...).
Con una estructura clara y sencilla que va avanzando con ritmo, unos personajes coherentes y bien construidos y un entorno, la naturaleza británica con el paso de sus estaciones, he saboreado la lectura de esta novela durante un par de semanas. He disfrutado con los diálogos, la ironía y esa forma de hablar de las emociones tan fría y tan densa al mismo tiempo. Mi mayor asombro ha venido de la sociedad que describe, su moralidad, sus rituales y sus convenciones. De la misma forma, es sorprendente, por inasumible hoy en día, la falta de contacto físico, de calor, que la autora ha conseguido transmitir, por omisión, durante toda la novela. Sin duda, ha resultado ser un feliz hallazgo.