viernes, 14 de diciembre de 2007

El éxito de lo sencillo


Hace unos días devoré El caminante, de Jiro Taniguchi. Llevaba tiempo queriendo leer algo suyo, atraida sobre todo por su trazo tan limpio, sus rostros apacibles y las viñetas despejadas. Y mi deseo de que lo que se encontraba tras una cubierta tan bonita me gustara se cumplió.

Mi llegada al manga es reciente, así que no sé casi nada. Pero la lectura de El caminante y algún otro manga más (por ejemplo, Yotsuba, del que tengo que hablar en otro momento) me hacen intuir una temática que ofrece algo diferente: sensorial, intimista, sencillo y cotidiano. La magia de todos loos días que todos los días se nos escapa.

El caminante es un ejemplo de esto. El autor te planta ante un individuo del que no sabes nada, simplemente, que ha decidido salir a dar un paseo por lo que parece un barrio residencial nipón. Y el personaje pasea. Muchos dirán que no pasa nada. Pero se equivocan. Pasa lo más real, aquello que todos, sin excepción, experimentamos casi a diario. El caminante pasea acompañando al tiempo, cruzándose con gente y con sus miradas, asombrándose del que pesca, dsifrutando del cerezo en flor o acompañando en silencio al que hace su mismo camino. Una obra como esta enaltece lo que pasa más desapercibido y que, sin embargo, es el suelo sobre el que crece cada día: sentir lo que nos rodea, vivir cada día como único. Me encanta que me recuerden esto. Me encanta sentir que lo más sencillo (el paseo diario hasta el metro, hasta la panadería al supermernado... ¡salir a la calle a nada!) está lleno de vida, que en la calle nuestras vidas se encuentran, que podemos interaccionar, que todos somos caminantes. Y me encanta la tensión dramática que Taniguchi consigue crear.

Sin embargo no está acorde con las vidas que llevamos, con lo que creemos que tiene que ser vivir, este deambular con calma y entregarse al paseo. Por eso muchos pensarán que en El caminante "no pasa nada". Y no entienden que pasa todo. Los paseos contemplativos que nos muestra Taniguchi pueden parecer algo zen y, en consecuencia, alejados del concepto de vida occidental. Pero ya Rousseau utilizé el paseo de la misma forma. A los que puedan creer que en El caminante no pasa nada les invito a leer Las ensoñaciones del caminante solitario -(¿?) Les rêveries du promeneur solitaire-. Caminar así es estar en silencio, escucharse a uno mismo y lo que la calle dice. Y no sabesmo hacerlo.

Así que le agradezco a Taniguchi su homenaje a la meditación en movimiento que es caminar. Y tambien le agradezco que dibuje y escriba sobre una realidad sin melodrama, ninjas o asteroides que van a destruir el mundo. Le agradezco su reivindicación de lo sencillo y cotidiano, un lugar en donde todos tenemos un hueco. Leer El caminante me ha hecho sentir bien. He salido a la calle convertida en una caminante que perfectamente podría haber salido del lápiz de Taniguchi, porque en mi calle, también pasan mil cosas.